Soñó la polilla
con bellas alas azules,
con vuelos majestuosos,
con el sabor de aquel polen
del que nunca gozaría.
En la
gota de rocío
contempló su imagen
grotesca
y se ocultó en la grieta
confortable
de un alcornoque,
que ignorándola,
mecía sus ramas
ante una encina
solitaria,
intentando conquistarla.
A pesar de la lluvia,
abandona el agujero.
Se empapan sus alas de tristeza
y sin abatirlas siquiera,
se abandona en la caída
hasta su última morada.
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