en el filo de mi cama,
mientras una luna roja
contempla su agonía en el espejo.
Duelo de niño perdido
reposa sobre la almohada
y la sábana de armiño
enjuga la gotera del tejado,
al llegar la madrugada.
Manos manchadas de barro
secan la cara
del sentido llanto ajeno
y duelen como cuchillas
los sucios surcos que deja.
Anna
Benítez del Canto
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