Sólo un
grano de arena del desierto
que avanza
empujado por el viento
en una nube de
polvo.
Mientras vuela
siente el latir de la vida
y su árida
existencia se transforma en sutileza.
Luego,
el Siroco
pierde fuerza
y desembarca a los viajeros en las
dunas.
Esta vez el viaje ha sido
largo
aunque aún
no ha llegado a tierra fértil.
Su mirada,
recorre el
entorno
y no encuentra referencias de
cambio.
Espera una
nueva brisa
que lo aleje por fin de ese paisaje,
más en cada vuelo el polvo se le adhiere.
Es tanto ya su peso
que necesita
vientos fuertes para alzarse.
Cierra
los ojos
y la noche
se bebe
sus sueños de oasis.
Anna Benítez del Canto
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