El azul se encapota de girs
y el ocre sonríe agrietado,
esperando que se cierren los abismos
que engulleron la vida.
Hedor a muerte
rezuma desde lo más profundo,
donde germinan semillas podridas,
que una mano amorosa cuidó,
víctima del engaño.
A penas en sombra del recuerdo,
se insinúa el verde esplendoroso,
como ave migratoria en permanente
invierno.
Las últimas pinceladas de la imagen
se hicieron con brocha gorda,
en color de sufrimiento.
Arañado en el lienzo,
el nombre de la obra revuelve las
entrañas
"Naturaleza muerta".
Anna Benítez del Canto
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