Apenas
conseguí
ser un atisbo de mí misma.
Años de
equilibrios
en los
quereres ajenos,
llegando
a no saber
qué era
lo que yo quería.
Cuando me
hallé sola
y perdida
fue
cuando
en
realidad
supe
quien era.
Supe lo
que quería
pero a
quien amaba
no me amaba
a mí,
sino a
quien quiera que sea
en lo que
me había convertido.
Hoy no
puedo
dejar de
ser quien soy
y ese
pecado
me
condena
a la
soledad.
En tu soledad, jamás estarás sola.
ResponderEliminarUn besito Anna, merondeándo por tu espacio.
Muchas gracias por tu visita amiga. Besos.
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