Se
escaparon las musas y los versos;
volaron al
desierto de la ausencia,
privándome
por siempre de la esencia
del suave
terciopelo de tus besos.
De niebla
se vistieron los candiles,
de
mendrugos los platos, sin aliño
y lloro tempestades
como un niño
al
derrumbarse el padre entre fusiles.
Furtiva deserción
de diez abriles;
efímero
infinito de un murmullo
que
resuena en bolsillo de mandiles.
Ardiente invierno
el tuyo, que me inmola
en hoguera
sabática de orgullo
y ahoga mi
lamento en caracola.
© Anna Benítez del Canto
No hay comentarios:
Publicar un comentario