Me ha regalado el mar un poema,
pintado en las piedras.
acariciaron mis pies
y dejaron su presente junto a mí.
Un gran cristal blanco,
que hablaba de ilusión
y transparentes sentimientos
que presagiaban
un amor limpio y confortable.
Rosas y blancas
lucían las piedras
que ataban caricias
y besos sinceros.
En una grana,
palpitaba la pasión.
Después,
piedras rosas
divididas en porciones
por fronteras blancas,
desvelaban sueños rotos.
Algunas marrones y grises
en memoria de turbios alejamientos
y dudas
más allá de lo razonable,
se intercalaban
con otras pequeñísimas
de color grana y rosa jaspeado.
Algunas blancas,
cada vez de menor tamaño,
entrañaban la esperanza.
Por último,
una gran piedra negra,
ponía fin al amor
y al poema.
Anna Benítez del Canto
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