Se cuela el otoño en las pupilas.
Telarañas de
añoranza se descuelgan del árbol 
que se reclina
en busca de reposo
resuelto a
no volver a estar desnudo.
La incesante
lluvia me embaraza de frío.
Cementerio
ambulante 
que tira
de mi sombra en su plomizo andar 
y de un te
quiero inútil al que nadie responde.
Busco abrigo
en el suelo entre fronda pasada de moda 
y gusanos
hambrientos de primavera.
Qué paradoja
que se sequen las hojas cuando ya no abrasa el sol 
y que el
fruto más jugoso se coseche en invierno.
 © Anna Benítez del Canto
 
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