Desterraste ventanas donde se revolcaba,
con la misma sucia voz que lo negaba,
tres octavas por encima.
Ahuyentaste el insomnio
de lascivias con nombre entre ronquidos fieros;
búfalo en celo,
con erecciones importadas en los bolsillos,
rondando perras que a veces salían rana.
Bilingüe y viperina
su traición no te alcanza
en la paz de tu cama.
© Anna Benítez del Canto
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