Acaricié su piel
mientras dormía
y no se estremeció
bajo mis dedos.
Quedó todo dicho
sin mediar palabra.
Un beso dulce
deslicé en su espalda,
dejando mi sabor
donde no lo encontrase,
y mis labios se impregnaron
de la amarga hiel
de su indiferencia.
Me alejo
tratando de asumir
que sólo es un extraño
que comparte mi cama.
Anna Benítez del Canto
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